Érase una vez una familia de lañadores muy humildes cuyos hijos eran todos varones. De siete hermanos, el más joven de todos a pesar de ser muy inteligente y perspicaz era muy pequeño, tan pequeño que se podía comparar con el dedo pulgar al cual le debía su nombre, “Pulgarcito”. La astucia de Pulgarcito lo mantenía siempre atento a cualquier detalle, y fue una noche cuando el joven escuchó una conversación de sus padres que le cambiaría la vida para siempre. La conversación lo entristeció mucho pues ellos hablaban sobre lo difícil situación económica de la familia. A pesar de la tristeza que le causó, rápidamente comenzó a buscarle una solución a esta situación. Cuando amaneció, salió en busca de sus hermanos para alertarlos sobre lo que estaba sucediendo. Reunidos todos en el pajar, Pulgarcito les contó lo sucedido y les dijo: – Ya nada de estos debéis preocuparle pues yo ya tengo una solución. El hermano mayor un poco alarmado y desconfiado le dijo: – ¿No me digas? ¿Qué es lo que pretendes? – Mi solución es muy sencilla buscar oro y riquezas por el mundo. Para esto les propongo que mañana cuando vayamos en busca de leña al bosque nos escondamos detrás de los arbustos y esperemos a que ellos se cansen de buscarnos para salir en busca de nuestros propósitos. Ante esta respuesta de Pulgarcito el más miedoso de todos los hermanos dijo: – ¿Y qué hacemos si nos perdemos en el bosque? Cuando cae la noche, él se vuelve muy tenebroso y oscuro. – Esto no va hacer un problema pues ya he pensado en eso. Mientras nos traslademos yo iré dejando miguitas de pan para poder encontrar el camino de regreso a casa.- respondió sabiamente Pulgarcito, que sabiamente ya había pensado en todo. Después de todas estas explicaciones, todos los hermanos quedaron convencidos y juraron no contar de su plan a nadie. Esa misma tarde sus padres le pidieron ayuda para recoger ramas en el bosque. Siguiendo el plan tal y como Pulgarcito se los había explicado los muchachos actuaron. Algunos imprevistos surgieron pues la noche cayó antes de lo normal y una terrible tormenta comenzó a desarrollarse, esto les provocó miedo y trataron de volver a la casa rápidamente, pero las migas de pan que los guiarían de regreso a casa habían desaparecido y la única explicación posible era que los pájaros se las habían comido. Ante tal situación, el hábil Pulgarcito, subió corriendo a un árbol con el propósito de encontrar un sitio hacia dónde ir, y fue en ese momento cuando divisó una luz a lo lejos. Rápidamente bajó del árbol y les dijo a sus hermanos: – ¡Pude ver una casa así que iremos hacia allá! Después de un largo caminar bajo la lluvia y de horas de cansancio y hambre llegaron al lugar. Al llegar una señora les abrió, a la que Pulgarcito le dijo: – Somos siete niños que nos hemos perdido en la oscuridad de la noche y no sabemos dónde ir. ¿Tendría usted la cortesía de dejarnos pasar a la casa? La mujer un poco desconcertada por tal petición les dijo: – ¿Ustedes no saben quién es el dueño y señor de esta casa? Después de ver la negación que le hicieron con la cabeza, la mujer les explicó que ella vivía ahí con su esposo, un temible ogro, que si los encontraba en la casa no dudaría en preparar con ellos una deliciosa sopa. Los niños a pesar de escuchar eso estaban tan exhaustos que no pensaron en las consecuencias y le suplicaron que los dejara descansar. Después de tanto insistir, la señora accedió a la petición de los niños y después de darles de comer los escondió debajo de la cama. Un rato más tarde llegó el malvado ogro, quien nada más entrar en la casa comenzó a gritar como un loco: – ¡Hay carne fresca en mi casa, puedo olerlo! Aterrorizados del miedo permanecían bajo la cama pero los encontró. Inmediatamente quiso comérselos pero su mujer lo convenció de que por el momento tenían comida suficiente que los dejara para el día siguiente. Esa noche ellos se acostaron a dormir en la misma habitación que las siete hijas del terrible ogro, pero al entrar Pulgarcito observó que las pequeñas tenían siete coronas de oro en la cabeza. A pesar de que la mujer logró convencer al ogro, Pulgarcito desconfiaba de su palabra así que mientras todos dormían tomó las coronas de las pequeñas hijas del ogro y las colocó en la cabeza de sus hermanos. Y nuevamente tuvo razón porque a media noche el ogro entró en la habitación y dijo: – Déjame ver a quien tenemos aquí… ¡Ay no! ¡Estas son mis hijas! Así que gracias a la astucia del pequeño niño, el ogro se comió a sus hijas pensando que eran los siete hermanos. Nada más que el ogro se volvió a quedar dormido, Pulgarcito despertó a sus hermanos y se fueron corriendo de ese terrible lugar. Al amanecer cuando el ogro despertó y vio todo el engaño, se puso sus botos de siete leguas y salió en busca de ellos. Cuando ya le falta poco para atraparlos, los niños lo escucharon y se escondieron bajo una piedra. Como el ogro se cansó tanto se quedó dormido, y en ese momento Pulgarcito le dijo a sus hermanos que regresaran a la casa. Mientras tanto el se puso las botas mágicas del ogro y fue hasta su casa, y al llegar le dijo a su señora: – Ha ocurrido una desgracia, el ogro ha sido capturado por unos ladrones y me ha pedido que viniese con sus botas a buscar todo el oro y la plata que tengáis para que lo liberen. La mujer creyendo la historia se lo entregó todo, y el hábil Pulgarcito regresó a su casa con todas las riquezas donde sus padres y hermanos lo esperaban. Desde ese día nadie de esa familia volvió a pasar necesidades. Pero este no es el fin, pues Pulgarcito ayudó durante muchos años al Rey pues le sirvió como mensajero, usando las botas mágicas del ogro, entre su ejército y él. De este modo logro incrementar aún más su fortuna y cuando ya tuvo suficiente regresó a su casa donde vivieron felices para siempre.
CUENTOS INFANTILES
Bienvenidos
viernes, 21 de julio de 2017
PULGARCITO
Érase una vez una familia de lañadores muy humildes cuyos hijos eran todos varones. De siete hermanos, el más joven de todos a pesar de ser muy inteligente y perspicaz era muy pequeño, tan pequeño que se podía comparar con el dedo pulgar al cual le debía su nombre, “Pulgarcito”. La astucia de Pulgarcito lo mantenía siempre atento a cualquier detalle, y fue una noche cuando el joven escuchó una conversación de sus padres que le cambiaría la vida para siempre. La conversación lo entristeció mucho pues ellos hablaban sobre lo difícil situación económica de la familia. A pesar de la tristeza que le causó, rápidamente comenzó a buscarle una solución a esta situación. Cuando amaneció, salió en busca de sus hermanos para alertarlos sobre lo que estaba sucediendo. Reunidos todos en el pajar, Pulgarcito les contó lo sucedido y les dijo: – Ya nada de estos debéis preocuparle pues yo ya tengo una solución. El hermano mayor un poco alarmado y desconfiado le dijo: – ¿No me digas? ¿Qué es lo que pretendes? – Mi solución es muy sencilla buscar oro y riquezas por el mundo. Para esto les propongo que mañana cuando vayamos en busca de leña al bosque nos escondamos detrás de los arbustos y esperemos a que ellos se cansen de buscarnos para salir en busca de nuestros propósitos. Ante esta respuesta de Pulgarcito el más miedoso de todos los hermanos dijo: – ¿Y qué hacemos si nos perdemos en el bosque? Cuando cae la noche, él se vuelve muy tenebroso y oscuro. – Esto no va hacer un problema pues ya he pensado en eso. Mientras nos traslademos yo iré dejando miguitas de pan para poder encontrar el camino de regreso a casa.- respondió sabiamente Pulgarcito, que sabiamente ya había pensado en todo. Después de todas estas explicaciones, todos los hermanos quedaron convencidos y juraron no contar de su plan a nadie. Esa misma tarde sus padres le pidieron ayuda para recoger ramas en el bosque. Siguiendo el plan tal y como Pulgarcito se los había explicado los muchachos actuaron. Algunos imprevistos surgieron pues la noche cayó antes de lo normal y una terrible tormenta comenzó a desarrollarse, esto les provocó miedo y trataron de volver a la casa rápidamente, pero las migas de pan que los guiarían de regreso a casa habían desaparecido y la única explicación posible era que los pájaros se las habían comido. Ante tal situación, el hábil Pulgarcito, subió corriendo a un árbol con el propósito de encontrar un sitio hacia dónde ir, y fue en ese momento cuando divisó una luz a lo lejos. Rápidamente bajó del árbol y les dijo a sus hermanos: – ¡Pude ver una casa así que iremos hacia allá! Después de un largo caminar bajo la lluvia y de horas de cansancio y hambre llegaron al lugar. Al llegar una señora les abrió, a la que Pulgarcito le dijo: – Somos siete niños que nos hemos perdido en la oscuridad de la noche y no sabemos dónde ir. ¿Tendría usted la cortesía de dejarnos pasar a la casa? La mujer un poco desconcertada por tal petición les dijo: – ¿Ustedes no saben quién es el dueño y señor de esta casa? Después de ver la negación que le hicieron con la cabeza, la mujer les explicó que ella vivía ahí con su esposo, un temible ogro, que si los encontraba en la casa no dudaría en preparar con ellos una deliciosa sopa. Los niños a pesar de escuchar eso estaban tan exhaustos que no pensaron en las consecuencias y le suplicaron que los dejara descansar. Después de tanto insistir, la señora accedió a la petición de los niños y después de darles de comer los escondió debajo de la cama. Un rato más tarde llegó el malvado ogro, quien nada más entrar en la casa comenzó a gritar como un loco: – ¡Hay carne fresca en mi casa, puedo olerlo! Aterrorizados del miedo permanecían bajo la cama pero los encontró. Inmediatamente quiso comérselos pero su mujer lo convenció de que por el momento tenían comida suficiente que los dejara para el día siguiente. Esa noche ellos se acostaron a dormir en la misma habitación que las siete hijas del terrible ogro, pero al entrar Pulgarcito observó que las pequeñas tenían siete coronas de oro en la cabeza. A pesar de que la mujer logró convencer al ogro, Pulgarcito desconfiaba de su palabra así que mientras todos dormían tomó las coronas de las pequeñas hijas del ogro y las colocó en la cabeza de sus hermanos. Y nuevamente tuvo razón porque a media noche el ogro entró en la habitación y dijo: – Déjame ver a quien tenemos aquí… ¡Ay no! ¡Estas son mis hijas! Así que gracias a la astucia del pequeño niño, el ogro se comió a sus hijas pensando que eran los siete hermanos. Nada más que el ogro se volvió a quedar dormido, Pulgarcito despertó a sus hermanos y se fueron corriendo de ese terrible lugar. Al amanecer cuando el ogro despertó y vio todo el engaño, se puso sus botos de siete leguas y salió en busca de ellos. Cuando ya le falta poco para atraparlos, los niños lo escucharon y se escondieron bajo una piedra. Como el ogro se cansó tanto se quedó dormido, y en ese momento Pulgarcito le dijo a sus hermanos que regresaran a la casa. Mientras tanto el se puso las botas mágicas del ogro y fue hasta su casa, y al llegar le dijo a su señora: – Ha ocurrido una desgracia, el ogro ha sido capturado por unos ladrones y me ha pedido que viniese con sus botas a buscar todo el oro y la plata que tengáis para que lo liberen. La mujer creyendo la historia se lo entregó todo, y el hábil Pulgarcito regresó a su casa con todas las riquezas donde sus padres y hermanos lo esperaban. Desde ese día nadie de esa familia volvió a pasar necesidades. Pero este no es el fin, pues Pulgarcito ayudó durante muchos años al Rey pues le sirvió como mensajero, usando las botas mágicas del ogro, entre su ejército y él. De este modo logro incrementar aún más su fortuna y cuando ya tuvo suficiente regresó a su casa donde vivieron felices para siempre.
LA PRINCESA ENCANTADA
había una vez un caballero amante de la aventura y lo épico y que un día se topó
con una escena bastante inusual. En
medio del camino por el que transitaba
había un león, un galgo, una hormiga
y un águila que peleaban entre ellos
por llevarse una presa para alimentarse.
Tras mucho porfiar, cuando vieron al
caballero los animales decidieron que
fuese él quien decidiese quién se
llevaría la presa. Ellos, reconocedores
del poder y la sabiduría humana, aceptarían su decisión. El caballero reflexionó unos instantes
y le pareció que lo más justo era dividir la presa en cuatro partes iguales, una para cada animal. Satisfechos con esto, las criaturas se sintieron en deuda con el hombre y pensaron que debían
darle algo a cambio. Por ello, el león y el galgo le dieron un pelo, la hormiga una de sus antenas
y el águila una pluma. Pero no eran atributos animales simples. Los animales explicaron al
caballero que esos atributos eran mágicos y le servirían para sus aventuras. Tomando uno de
ellos y pidiendo a Dios transformarse en el animal en cuestión, el hombre podría adoptar la
forma del ejemplar y hacer todo lo que este hasta que pidiese volver a ser hombre. Muy
agradecido por los regalos el caballero siguió su viaje, deseando encontrar alguna aventura
digna del empleo de los mismos. … Así, llegó a un lejano castillo donde le habían dicho que
vivía una bella princesa, encantada y presa por un gigante mago. Sin temor alguno el joven
se acercó a la ventana en la que había sido informado que la princesa se asomaba con frecuencia y apenas la vio quedó prendado de ella y la llamó. La joven también gustó mucho del caballero, pero los encantamientos que pesaban sobre ella le impedían irse con él. Sin embargo, tanta empatía hizo con aquel apuesto hombre, que le confesó todos los secretos que sabía del brutal mago que la tenía prisionera. Resulta que la vida del gigante dependía de un huevo dorado que llevaba con él a todos lados, en el interior de un fiero puercoespín. Si el huevo era destruido el gigante moriría, y todos sus maleficios dejarían de surtir efecto, con lo que la princesa dejaría de estar encantada y podría marcharse con el caballero para ser feliz. En ese momento el gigante no estaba, por lo que lo mejor, según pensó el caballero, era esperar por él en el interior del castillo. Sin embargo, no había forma alguna de entrar dada la seguridad extrema que había en todas las entradas, al menos no como hombre. Por ello el joven tomó la antena que le había regalado la hormiga y pidió a Dios convertirse en el minúsculo animal. Tal y como le habían prometido los amigos faunísticos que había hecho, se transformó en una ágil hormiga y escaló hasta la habitación de la princesa, que al principio se asustó mucho, pero luego, cuando el caballero retomó su figura de hombre, se relajó y comprendió que aquel hombre era su salvador, venido por voluntad divina. La princesa encantada y el caballero se amaron con gran pasión y trazaron un plan mediante el que pudieran destruir al gigante cuando regresara al castillo. Pero resulta que este llegó antes de tiempo y tomó por sorpresa a los jóvenes. Al ver al hombre el gigante lanzó a su fiero puercoespín en su persecución, para que acabase con su vida.
Los planes que había hecho con la princesa no servían de nada, pero el caballero, ágil de pensamiento, tomó una sabia decisión. Agarró el pelo que le había regalado el león y pidió a Dios transformarse en el rey de la selva, con lo que entonces fue él el que hizo correr al puercoespín. Cuando estaba a punto de atrapar al secuaz del gigante, ese animal que guardaba en su interior el huevo dorado, el león vio que el puercoespín se transformó en una ágil liebre, mucho más rápida con un león. En respuesta a eso el caballero tomó en su garra de león el pelo del galgo y pidió convertirse en un ejemplar del rápido animal, con lo que dio alcance rápido a la liebre. Sin embargo, segundos antes de que pudiese atraparla esta se transformó en una paloma y emprendió un rápido vuelo. Imposibilitado de atraparla como galgo, el caballero tomó la pluma de águila y se transformó en un bello ejemplar de la veloz y rapaz ave. Así dio rápido alcance a la paloma, a la que atrapó y, ya con su forma de hombre, desgarró para obtener el huevo dorado. Mientras todo esto sucedía el gigante se había acercado a la princesa, a la que estaba decidido matar por haber revelado su secreto. Afortunadamente, antes de que el gigantesco hechicero pudiese hacer algo el joven clavó su puñal en el huevo dorado, acabando con la vida del ser que había tenido prisionera y encantada a la bella princesa. Tras esto fue al encuentro de su amada, con la que contrajo rápidas nupcias y se quedó a gobernar en el castillo que antes había pertenecido al cruel gigante. De esta forma la princesa encantada quedó librada de los maleficios que pesaban sobre ella y vivió feliz para siempre, junto a su amado buscador de aventuras y gran amigo de todos los animales.
FUENTE https://www.chiquipedia.com/cuentos-infantiles-cortos/cuentos-para-dormir/la-princesa-encantada/
EL PATITO FEO
El patito feo Al igual que todos los años, en los meses de verano, la Señora Pata se dedicaba a empollar. El resto de las patas del corral siempre esperaban con muchos deseos que los patitos rompiesen el cascarón para poder verlos, pues los patitos de esta distinguida pata siempre eran los más bellos de todos los alrededores. El momento tan esperado llegó, lo que causó un gran alboroto ya que todas las amigas de mamá pata corrieron hacia el nido para ver tal acontecimiento. A medida que iban saliendo del cascarón, tanto la Señora Pata como sus amigas gritaban de la emoción de ver a unos patitos tan bellos como esos. Era tanta la algarabía que había alrededor del nido que nadie se había percatado que aún faltaba un huevo por romperse. El séptimo era el más grande de todos y aún permanecía intacto lo que puso a la expectativa a todos los presentes. Un rato más tarde se empezó a ver como el cascarón se abría poco a poco, y de repente salió un pato muy alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron perplejos porque este era mucho más grande y larguirucho que el resto de los otros patitos, y lo que más impresionó era lo feo que era. Esto nunca le había ocurrido a la Señora Pata, quien para evitar las burlas de sus amigas lo apartaba con su ala y solo se dedicaba a velar por el resto de sus hermanitos. Tanto fue el rechazo que sufrió el patito feo que él comenzó a notar que nadie lo quería en ese lugar. Toda esta situación hizo que el patito se sintiera muy triste y rechazado por todos los integrantes del coral e incluso su propia madre y hermanos eran indiferentes con él. Él pensaba que quizás su problema solo requería tiempo, pero no era así pues a medida que pasaban los días era más largo, grande y mucho más feo. Además se iba convirtiendo en un patito muy torpe por lo que era el centro de burlas de todos. Un día se cansó de toda esta situación y huyó de la granja por un agujero que se encontraba en la cerca que rodeaba a la propiedad. Comenzó un largo camino solo con el propósito de encontrar amigos a los que su aspecto físico no les interesara y que lo quisieran por sus valores y características. Después de un largo caminar llegó a otra granja, donde una anciana lo recogió en la entrada. En ese instante el patito pensó que ya sus problemas se habían solucionado, lo que él no se imaginaba que en ese lugar sería peor. La anciana era una mujer muy mala y el único motivo que tuvo para recogerlo de la entrada era usarlo como plato principal en una cena que preparaba. Cuando el patito feo vio eso salió corriendo sin mirar atrás. Cuento: El patito feo Pasaba el tiempo y el pobrecillo continuaba en busca de un hogar. Fueron muchas las dificultades que tuvo que pasar ya que el invierno llegó y tuvo que aprender a buscar comida en la nieve y a refugiarse por sí mismo, pero estas no fueron las únicas pues tuvo que esquivar muchos disparos provenientes de las armas de los cazadores. Siguió pasando el tiempo, hasta que por fin llegó la primavera y fue en esta bella etapa donde el patito feo encontró por fin la felicidad. Un día mientras pasaba junto a estanque diviso que dentro de él había unas aves muy hermosas, eran cisnes. Estas tenían clase, eran esbeltas, elegantes y se desplazaban por el estanque con tanta frescura y distinción que el pobre animalito se sintió muy abochornado por lo torpe y descuidado que era él. A pesar de las diferencias que él había notado, se llenó de valor y se dirigió hacia ellos preguntándole muy educadamente que si él podía bañarse junto a ellos. Los cisnes con mucha amabilidad le respondieron todos juntos: – ¡Claro que puedes, como uno de los nuestros no va a poder disfrutar de este maravilloso estanque! El patito asombrado por la respuesta y apenado les dijo: – ¡No se rían de mí! Como me van a comparar con ustedes que están llenos de belleza y elegancia cuando yo soy feo y torpe. No sean crueles burlándose de ese modo. – No nos estamos riendo de ti, mírate en el estanque y veras como tu reflejo demostrara cuan real es lo que decimos.- le dijeron los cisnes al pobre patito. Después de escuchar a las hermosas aves el patito se acercó al estanque y se quedó tan asombrado que ni el mismo lo pudo creer, ya no era feo. ¡Se había transformado en un hermoso cisne durante todo ese tiempo que pasó en busca de amigos! Ya había dejado de ser aquel patito feo que un día huyó de su granja para convertirse en el más bello y elegante de todos los cisnes que nadaban en aquel estanque.
FUENTE https://www.chiquipedia.com/cuentos-infantiles-cortos/cuentos-populares/el-patito-feo
martes, 18 de julio de 2017
La princesa rizos largos
Cuentan que hace mucho tiempo, vivió en un reino lejano un rey y una reina, que al nacimiento de su hija, decidieron mimarla y consentirla con todos los caprichos de este mundo. Como es de esperar, la pequeña princesa creció con el paso de los años y se convirtió en una niña malcriada que no daba las gracias ni pedía disculpas por nada.
Tan egoísta y grosera era la niña, que los sirvientes del palacio debían hacer todo cuanto ella quisiera sin protestar. Los caprichos de la princesa iban desde pedir que le hornearan dulces en plena madrugada hasta obligar a los guardias a que le espantaran todas las aves que rondaban el palacio porque ella simplemente las odiaba.
¿Y su padre, el rey? El rey no hacía otra cosa que reírse de las malacrianzas de su querida hija, y aquel que no obedeciera, pues era encarcelado de inmediato para siempre.
Sin embargo, un buen día, mientras la princesa dormía plácidamente en su alcoba, se apareció en la ventana un hada mágica disfrazada de lechuza. “No eres una niña buena y debes aprender el don de la cortesía. Te maldigo por el resto de tu vida hasta que sepas agradecer y respetar a todos los que te rodean”, y dicho aquello, el hada se marchó.
A la mañana siguiente, la princesa despertó, y para su sorpresa, su pelo había crecido enormemente. Los rizos rubios de la pobre niña se extendían por toda la cama hasta el suelo, y desde el suelo hasta la puerta de la alcoba. Con los primeros gritos de espanto de la princesa, aparecieron en la habitación tres guardias reales, dos sirvientes y por supuesto, el rey y la reina.
La niña no paraba de sollozar y lamentarse por aquella terrible maldición. “Alguien pagará esto”, gritaba el rey furioso, mientras la reina intentaba recoger los mechones gigantes de pelo que se regaban por todo el suelo. Durante aquel día, acudieron al palacio cientos de curanderos y hechiceros que intentaban por todos los medios deshacer el hechizo de la princesa.
Algunos preparaban brebajes secretos que la princesa tomaba con desespero, mientras otros recitaban conjuros mágicos en voz alta agitando los brazos. Desafortunadamente, nada pudo parar aquel encantamiento, y el pelo de la niña crecía y crecía hasta llegar a las afueras del palacio.
Por la noche, cansada de tanto llorar, la princesa quedó profundamente dormida, pero al despertar en la mañana su tristeza fue mucho mayor. Su pelo no sólo había inundado el castillo, sino que además se extendía por todas las casas del reino hasta llegar al bosque. El rey, enfadado, mandó a llamar a todos los guardias del palacio y a los campesinos de los alrededores.
Miles de hombres con tijeras, cuchillos y guadañas comenzaron a cortar el inmenso pelo de la niña. Sin embargo, a la llegada de la tarde, los hombres se encontraban extenuados de tanto cortar y cortar, y el pelo de la princesa seguía creciendo y creciendo sin parar al igual que su tristeza. La reina se encerraba en su alcoba a llorar en silencio, mientras el rey se paseaba por el palacio de arriba abajo intentando hallar una solución.
A las pocas semanas, los rizos de la princesa repletaban las calles del reino, llegaban al océano y se enredaban en la punta de las montañas. La niña no quería jugar ni hablar con nadie, pero una tarde, cuando le ofrecieron un pastel acabado de hornear, la princesa respondió con voz suave: “No, gracias”.
Todas las sirvientas de la habitación se quedaron sorprendidas de sus palabras, pues era la primera vez que la niña decía “gracias”. Tiempo después, uno de los guardias trató de entrar en la habitación y tropezó con el inmenso cabello, a lo que la niña exclamó: “Por favor, discúlpeme”.
Poco a poco, la princesa comenzaba a ser amable con todas las personas, desde los jardineros del palacio hasta las cocineras. Cada vez que pedía algo lo hacía amablemente y sin dejar de decir “por favor”, “gracias”, “discúlpeme”. Entonces, una buena noche, se apareció nuevamente el hada mágica que la había hechizado.
“Te has convertido en una niña amable y buena. Has aprendido finalmente la lección y ya no tendrás que sufrir tu castigo”, y así fue como el hada mágica le quitó el hechizo a la princesa. Al despertar con los primeros rayos del Sol, la niña descubrió que su pelo ya no desbordaba las ventanas del palacio ni llegaba hasta los confines del mundo.
Desde ese día, la princesa no volvió a ser grosera ni a insultar a las personas, y con el paso del tiempo, logró convertirse en una reina justa y atenta con todos los habitantes de su reino.
18 ene. 2014 - Subido por El Bosque de las Fantasias
FUENTE www.escribiendocine.com/critica/0000792-la-chica-del-cabello-larg
FUENTE www.escribiendocine.com/critica/0000792-la-chica-del-cabello-larg
miércoles, 12 de julio de 2017
RAPUNZEL
Había una vez una linda pareja cuyo único deseo era tener un bebé. Tras años de espera, por fin lograron quedar embarazados y su felicidad se vio completa. Tendrían una hija o hijo y podrían ser una adorable familia.
Sin embargo, no parecía que la felicidad estuviese destinada a ellos. Frente a su casa había un huerto donde crecían bellísimos frutos y flores.
La mujer siempre había deseado probarlos, pero ni ella ni su marido se habían atrevido nunca a ir en su busca porque se decía que el terreno pertenecía a una cruel hechicera.
Nadie entraba a ese huerto, pero aún así el deseo crecía por días en el interior de la mujer, que al no poder probar alguna de las manzanas que cada día disfrutaba con la vista, cayó gravemente enferma de pena.
Ante la situación, que podía traer consecuencias también para el bebé, el hombre irrumpió en la huerta sin temor alguno y llevo algunas manzanas a su amor.
Como por arte de magia, al comer las frutas el estado de salud de la mujer mejoró, pero para mantenerse bien necesitaba comerlas cada día.
Por ello todas las tardes el hombre irrumpía en la huerta de la hechicera hasta que esta, vigilante por la falta que percibió en su cultivo favorito, las manzanas, lo atrapó y amenazó con cobrarle su vida por tamaña osadía.
El hombre le suplicó clemencia y le explicó el motivo por el cual tomaba las manzanas.
La bruja comprendió al hombre pero en su corazón no había sitio para la bondad, por lo que le propuso un trato. Podría seguir llevando manzanas a su esposa, pero cuando naciera el bebé se lo entregaría a ella, que nunca había podido tener hijos.
Al buen hombre no le quedó otro remedio que aceptar.
Cuando nació su bebé, que era una tierna y linda niña, se le llevó a la hechicera, quien a la postre terminó creándola.
…
Pasaron los años y la niña, que se había convertido en la muchacha más bella que se había visto nunca por aquellos lares, despertó la envidia de la bruja, que decidió encerrarla en una torra alta y alejada, donde no había puertas por las que entrar o salir.
La torre solo tenía una ventana alta desde la que Rapunzel, nombre que había dado la bruja a la niña, podía asomarse siempre que quisiera a disfrutar del paisaje.
No obstante, la soledad y la reclusión no hacen la felicidad, por lo que Rapunzel no era ni de lejos una muchacha feliz. Su única interacción era con la hechicera, que cada tarde iba a la torre y la llamaba para que dejara caer su larga trenza y ella subir a verla y darle los alimentos necesarios.
Un día esta rutina fue apreciada por un joven que, atraído por el canto de Rapunzel, se había acercado a la torre y se escondió tras un árbol al ver a la bruja. Vio como esta llamó a la bella muchacha y le pidió que dejase caer su trenza hasta el suelo para subir.
Así, cuando la malévola hechicera se fue, hizo lo mismo y trepó hasta la torre, con lo que Rapunzel se llevó una gran sorpresa.
Al principio se asustó mucho, pues estaba acostumbrada solo a la presencia de la bruja, que en definitiva la había criado desde bebé, pero a medida que pasaron los minutos e interactuaba con el joven apuesto, se sintió bien y descubrió que compartir con él le resultaba más atractivo que estar recluida en la torre, cantar y recibir la visita de la hechicera.
Sin embargo, la felicidad de los bellos jóvenes no duró mucho.
La bruja había olvidado su sombrero en la torre y regresó antes de lo previsto. Se percató que Rapunzel no estaba sola y espero a que el joven descendiese de la torre para atraparlo y dejarlo ciego con un hechizo.
Luego subió y cortó la trenza de Rapunzel, a la que desterró a una cabaña en un apartado del bosque que no frecuentaba nunca ninguna persona.
…
Cegado, el joven estuvo condenado a vagar por el bosque, impedido de encontrar el camino a su casa y mucho menos de volver a contemplar la belleza de Rapunzel.
Tras muchos meses de andares torpes y a ciegas, escuchó a lo lejos una bella voz que le resultó familiar. Siguió su rastro y a medida que se acercaba descubrió que esa voz era la de su bella Rapunzel.
Cuando lo vio, la muchacha fue corriendo a su encuentro y lo abrazó con gran ternura. Creyó que había ido a rescatarla de aquel infierno, pero al ver que el joven estaba ciego por un maleficio de la hechicera rompió en llanto.
Tanto lloró, que inevitablemente algunas de sus lágrimas llegaron a los ojos del muchacho, devolviéndole la visión.
Esto hizo muy feliz a la pareja que sin dudarlo se fue para siempre de aquel sitio, al pueblo del que provenía el joven, que en definitiva era un príncipe muy querido.
La historia no es muy clara sobre si Rapunzel y su príncipe se casaron o quedaron como muy buenos amigos. Nosotros, amantes de los finales felices, más cuando se lucha mucho para conseguirlos, queremos creer que sí lo hicieron y que reinaron juntos, llevando felicidad a toda la comarca y a los muchos hijos que de seguro tuvieron.
FUENTE Fantasiashttps://www.youtube.com/watch?v=-YK1K2ERweY
El NIÑO Y LA LUZ
El matrimonio soñaba con que algún día su hijo Kang pudiera estudiar. Ambos tenían muy claro que no querían para él la vida que ellos llevaban y aspiraban a que tuviera un futuro más prometedor en la ciudad.
Kang, consciente de esto, era un chico bueno, aplicado, inteligente y estudioso, pero cada día se encontraba con un problema que le ponía las cosas todavía más difíciles. Durante el día ayudaba a sus padres en las labores del campo, y cuando quería ponerse a estudiar, ya era de noche. Esto resultaba un gran inconveniente para él porque en su cabaña de madera no había luz artificial.
Estaba desesperado ¡Quería estudiar y sin luz no podía leer! Deseaba aprobar los exámenes de la escuela y con los años poder ir a la universidad, pero mejorar su
educación a oscuras era totalmente imposible.
Un año llegó el
crudo invierno y una noche se asomó a la ventana para ver el fabuloso
paisaje nevado. Estaba ensimismado cuando se dio cuenta de que la nieve
emitía una
luz blanca muy tenue, muy bella pero casi imperceptible.
Kang, que
era un muchacho muy listo, decidió aprovechar esa pequeña oportunidad que le brin
daba la naturaleza. Se puso un viejo abrigo, se calzó sus estropeada
s botas de cuero, cogió el material del colegio, y salió de la habitación caminando muy
despacito para no hacer ruido.
La capa de nieve era muy
espesa pero, a pesar de todo, se tumbó sobre ella. Abrió uno de
sus libros y gracias a la luz blanquecina que reflejaba la nieve pudo
leer y aprovechar para
aprender. El frío era infernal y sus manos estaban tan congeladas que
casi no podía pasar las páginas, mas no le importaba porque sentía que merecía la pena el esfuerzo. Permaneció allí toda la noche y como ésa, todas las noches del invierno.
El tiempo pasó rápidamente y un día los rayos de sol de la recién llegada
primavera derritieron la nieve. El
pobre Kang observó con lágrimas en los ojos cómo su única
oportunidad de poder estudiar se disolvía ante sus ojos sin remedio.
Después de cenar se acostó pero
debido a la preocupación no pudo dormir. Harto de dar vueltas y más vueltas en la cama decidió
salir a dar un paseo por el bosque en el que había pasado tantas horas en vela.
¡La visión que tuvo fue increíble! Contempló emocionado cómo la primavera se había llevado la nieve, sí, pero a cambio había traído un montón de luciérnagas que iluminaban
y embellecían las cálidas noches de marzo.
Se quedó un rato pasmado ante el hermoso espectáculo y de repente, tuvo una nueva gran idea. Entró corriendo a su cuarto, cogió los libros y regresó al bosque. Se sentó bajo un árbol de tronco enorme y dejó que las luciérnagas se acercasen a él.
¡Bravo! ¡Su luz era suficiente para poder leer!
¡Se sintió tan feliz! …
Una noche tras otra repitió la misma operación
y estudió bajo la brillante luz de los amigables bichitos. Gracias a eso
pudo aumentar sus conocimientos y avanzar muchísimo en sus estudios. El chico era pobre y no tenía recursos, pero gracias a su sacrificio, esfuerzo y voluntad, consiguió superar una barrera
que parecía insalvable.
Durante años estudió sobre la nieve en
invierno y con ayuda de las luciérnagas en los meses de primavera
y verano. El resultado fue que consiguió superar todas las pruebas y
exámenes de la escuela con calificaciones brillantes.
Al llegar a la
mayoría de edad entró en la
universidad y llegó a convertirse en un hombre sabio y adinerado
que logró sacar a su familia de la pobreza. La vida le recompensó.
Esta preciosa historia nos
enseña que nunca hay que venirse abajo ante las dificultades.
Con ilusión y esfuerzo casi todo se puede lograr. Vence los obstáculos y lucha
por tus sueños. La vida te recompensará igual que al bueno de Kang.
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