El matrimonio soñaba con que algún día su hijo Kang pudiera estudiar. Ambos tenían muy claro que no querían para él la vida que ellos llevaban y aspiraban a que tuviera un futuro más prometedor en la ciudad.
Kang, consciente de esto, era un chico bueno, aplicado, inteligente y estudioso, pero cada día se encontraba con un problema que le ponía las cosas todavía más difíciles. Durante el día ayudaba a sus padres en las labores del campo, y cuando quería ponerse a estudiar, ya era de noche. Esto resultaba un gran inconveniente para él porque en su cabaña de madera no había luz artificial.
Estaba desesperado ¡Quería estudiar y sin luz no podía leer! Deseaba aprobar los exámenes de la escuela y con los años poder ir a la universidad, pero mejorar su
educación a oscuras era totalmente imposible.
Un año llegó el
crudo invierno y una noche se asomó a la ventana para ver el fabuloso
paisaje nevado. Estaba ensimismado cuando se dio cuenta de que la nieve
emitía una
luz blanca muy tenue, muy bella pero casi imperceptible.
Kang, que
era un muchacho muy listo, decidió aprovechar esa pequeña oportunidad que le brin
daba la naturaleza. Se puso un viejo abrigo, se calzó sus estropeada
s botas de cuero, cogió el material del colegio, y salió de la habitación caminando muy
despacito para no hacer ruido.
La capa de nieve era muy
espesa pero, a pesar de todo, se tumbó sobre ella. Abrió uno de
sus libros y gracias a la luz blanquecina que reflejaba la nieve pudo
leer y aprovechar para
aprender. El frío era infernal y sus manos estaban tan congeladas que
casi no podía pasar las páginas, mas no le importaba porque sentía que merecía la pena el esfuerzo. Permaneció allí toda la noche y como ésa, todas las noches del invierno.
El tiempo pasó rápidamente y un día los rayos de sol de la recién llegada
primavera derritieron la nieve. El
pobre Kang observó con lágrimas en los ojos cómo su única
oportunidad de poder estudiar se disolvía ante sus ojos sin remedio.
Después de cenar se acostó pero
debido a la preocupación no pudo dormir. Harto de dar vueltas y más vueltas en la cama decidió
salir a dar un paseo por el bosque en el que había pasado tantas horas en vela.
¡La visión que tuvo fue increíble! Contempló emocionado cómo la primavera se había llevado la nieve, sí, pero a cambio había traído un montón de luciérnagas que iluminaban
y embellecían las cálidas noches de marzo.
Se quedó un rato pasmado ante el hermoso espectáculo y de repente, tuvo una nueva gran idea. Entró corriendo a su cuarto, cogió los libros y regresó al bosque. Se sentó bajo un árbol de tronco enorme y dejó que las luciérnagas se acercasen a él.
¡Bravo! ¡Su luz era suficiente para poder leer!
¡Se sintió tan feliz! …
Una noche tras otra repitió la misma operación
y estudió bajo la brillante luz de los amigables bichitos. Gracias a eso
pudo aumentar sus conocimientos y avanzar muchísimo en sus estudios. El chico era pobre y no tenía recursos, pero gracias a su sacrificio, esfuerzo y voluntad, consiguió superar una barrera
que parecía insalvable.
Durante años estudió sobre la nieve en
invierno y con ayuda de las luciérnagas en los meses de primavera
y verano. El resultado fue que consiguió superar todas las pruebas y
exámenes de la escuela con calificaciones brillantes.
Al llegar a la
mayoría de edad entró en la
universidad y llegó a convertirse en un hombre sabio y adinerado
que logró sacar a su familia de la pobreza. La vida le recompensó.
Esta preciosa historia nos
enseña que nunca hay que venirse abajo ante las dificultades.
Con ilusión y esfuerzo casi todo se puede lograr. Vence los obstáculos y lucha
por tus sueños. La vida te recompensará igual que al bueno de Kang.
FUENTE:
www.mundoprimaria.com/cuentos-clasicos-infantiles/
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