viernes, 21 de julio de 2017
LA PRINCESA ENCANTADA
había una vez un caballero amante de la aventura y lo épico y que un día se topó
con una escena bastante inusual. En
medio del camino por el que transitaba
había un león, un galgo, una hormiga
y un águila que peleaban entre ellos
por llevarse una presa para alimentarse.
Tras mucho porfiar, cuando vieron al
caballero los animales decidieron que
fuese él quien decidiese quién se
llevaría la presa. Ellos, reconocedores
del poder y la sabiduría humana, aceptarían su decisión. El caballero reflexionó unos instantes
y le pareció que lo más justo era dividir la presa en cuatro partes iguales, una para cada animal. Satisfechos con esto, las criaturas se sintieron en deuda con el hombre y pensaron que debían
darle algo a cambio. Por ello, el león y el galgo le dieron un pelo, la hormiga una de sus antenas
y el águila una pluma. Pero no eran atributos animales simples. Los animales explicaron al
caballero que esos atributos eran mágicos y le servirían para sus aventuras. Tomando uno de
ellos y pidiendo a Dios transformarse en el animal en cuestión, el hombre podría adoptar la
forma del ejemplar y hacer todo lo que este hasta que pidiese volver a ser hombre. Muy
agradecido por los regalos el caballero siguió su viaje, deseando encontrar alguna aventura
digna del empleo de los mismos. … Así, llegó a un lejano castillo donde le habían dicho que
vivía una bella princesa, encantada y presa por un gigante mago. Sin temor alguno el joven
se acercó a la ventana en la que había sido informado que la princesa se asomaba con frecuencia y apenas la vio quedó prendado de ella y la llamó. La joven también gustó mucho del caballero, pero los encantamientos que pesaban sobre ella le impedían irse con él. Sin embargo, tanta empatía hizo con aquel apuesto hombre, que le confesó todos los secretos que sabía del brutal mago que la tenía prisionera. Resulta que la vida del gigante dependía de un huevo dorado que llevaba con él a todos lados, en el interior de un fiero puercoespín. Si el huevo era destruido el gigante moriría, y todos sus maleficios dejarían de surtir efecto, con lo que la princesa dejaría de estar encantada y podría marcharse con el caballero para ser feliz. En ese momento el gigante no estaba, por lo que lo mejor, según pensó el caballero, era esperar por él en el interior del castillo. Sin embargo, no había forma alguna de entrar dada la seguridad extrema que había en todas las entradas, al menos no como hombre. Por ello el joven tomó la antena que le había regalado la hormiga y pidió a Dios convertirse en el minúsculo animal. Tal y como le habían prometido los amigos faunísticos que había hecho, se transformó en una ágil hormiga y escaló hasta la habitación de la princesa, que al principio se asustó mucho, pero luego, cuando el caballero retomó su figura de hombre, se relajó y comprendió que aquel hombre era su salvador, venido por voluntad divina. La princesa encantada y el caballero se amaron con gran pasión y trazaron un plan mediante el que pudieran destruir al gigante cuando regresara al castillo. Pero resulta que este llegó antes de tiempo y tomó por sorpresa a los jóvenes. Al ver al hombre el gigante lanzó a su fiero puercoespín en su persecución, para que acabase con su vida.
Los planes que había hecho con la princesa no servían de nada, pero el caballero, ágil de pensamiento, tomó una sabia decisión. Agarró el pelo que le había regalado el león y pidió a Dios transformarse en el rey de la selva, con lo que entonces fue él el que hizo correr al puercoespín. Cuando estaba a punto de atrapar al secuaz del gigante, ese animal que guardaba en su interior el huevo dorado, el león vio que el puercoespín se transformó en una ágil liebre, mucho más rápida con un león. En respuesta a eso el caballero tomó en su garra de león el pelo del galgo y pidió convertirse en un ejemplar del rápido animal, con lo que dio alcance rápido a la liebre. Sin embargo, segundos antes de que pudiese atraparla esta se transformó en una paloma y emprendió un rápido vuelo. Imposibilitado de atraparla como galgo, el caballero tomó la pluma de águila y se transformó en un bello ejemplar de la veloz y rapaz ave. Así dio rápido alcance a la paloma, a la que atrapó y, ya con su forma de hombre, desgarró para obtener el huevo dorado. Mientras todo esto sucedía el gigante se había acercado a la princesa, a la que estaba decidido matar por haber revelado su secreto. Afortunadamente, antes de que el gigantesco hechicero pudiese hacer algo el joven clavó su puñal en el huevo dorado, acabando con la vida del ser que había tenido prisionera y encantada a la bella princesa. Tras esto fue al encuentro de su amada, con la que contrajo rápidas nupcias y se quedó a gobernar en el castillo que antes había pertenecido al cruel gigante. De esta forma la princesa encantada quedó librada de los maleficios que pesaban sobre ella y vivió feliz para siempre, junto a su amado buscador de aventuras y gran amigo de todos los animales.
FUENTE https://www.chiquipedia.com/cuentos-infantiles-cortos/cuentos-para-dormir/la-princesa-encantada/
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